Abril 2018: Plantando árboles y creciendo la fe
La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1
Los sábados plantamos árboles.
Nos reunimos en el Instituto de Estudios e Investigaciones Interculturales (INESIN), uno de los consortes de Ministerios Globales en San Cristóbal, a las 7:30 a.m. Cargamos alrededor de 200 árboles y nosotros mismos nos subimos también en la parte trasera de una camioneta y condujimos 30 minutos en una carretera y 30 minutos más en caminos desiguales de tierra y grava para llegar a la granja de un pastor local. Subidos en el lado de una montaña, miramos hacia las llanuras a otra cordillera, que ya estaba empezando a estar cubierto por las siempre presentes nubes del día.
A pesar del deseo de pararnos y mirar boquiabiertos la vista espectacular, nos pusimos a trabajar. Dividimos nuestro grupo, la mitad cavando agujeros y la otra mitad moviendo plántulas en los agujeros. Aprendimos la técnica adecuada para dar a cada plántula la mejor posibilidad de crecer y convertirse en un árbol fuerte y maduro.
Hace cinco años, el pastor compró la tierra y comenzó a cultivar para mantener a su familia. Cuando se le preguntó acerca de cómo aprendió a cultivar, respondió diciendo “mientras lo hacía”. Ahora, él mira el futuro de sus hijos y sus nietos, un tiempo que nunca verá, y planta árboles.
Plantar árboles es conectarse con nuestras raíces y traer nueva vida a la tierra. Mover la tierra y acomodarla alrededor de la plántula es masajear nuestras almas. Creer en el crecimiento de un árbol es confiar en la paciencia de las generaciones venideras.
Tomar algo que no puedes ver y poner tu esperanza en eso, hacerlo crecer para que sostenga a las generaciones futuras, anima. Se requiere paciencia, previsión, esperanza y lo más importante, fe. Se necesita creer en algo que no se puede ver.
Cara McKinney sirve como Interna con la Misión Global en Melel Xojobal, Chiapas, Méjico. Su nombramiento es apoyado por La Semana de la Compasión.