En el Llano Grande (Espanol)
Eran las 4:30 de la mañana y todavía no llegaban por mí, pero es Nicaragua y sé que hay que ser flexibles con lo del horario. Además, no era yo la única que iban a pasar a buscar en el camión de materiales de construcción, nuestro transporte para llegar al pueblo del Llano Grande ubicado al noroeste de Managua a cuatro horas de distancia.
Eran las 4:30 de la mañana y todavía no llegaban por mí, pero es Nicaragua y sé que hay que ser flexibles con lo del horario. Además, no era yo la única que iban a pasar a buscar en el camión de materiales de construcción, nuestro transporte para llegar al pueblo del Llano Grande ubicado al noroeste de Managua a cuatro horas de distancia. Cuando por fin llegaron, pasaditos de las cinco, me acomodé en una silla plástica y me preparé para enfrentar el frío y los resaltos en la compañía de los doce hermanos y hermanas encaminados a la iglesia.
Poco a poco fui juntando la historia de esta pequeña congregación de la Misión Cristiana de Nicaragua en medio de una zona profundamente católica donde también se vivieron luchas durante la larga y sangrienta guerra civil. Las primeras campañas evangelísticas fueron organizadas por la hermana Flor Mendoza quién se esforzó por largos años para mantener a la iglesia vigente. El miembro fundador de la iglesia es el hermano Saturnino Urbina quien había sido sacristán en la Iglesia Católica y mano derecha del sacerdote local; sin embargo, al estudiar la Biblia y analizar sus enseñanzas, comenzó a dudar de lo que su iglesia hacia. Al ser invitado a una fiesta del santo patrón de un pueblo cercano, él ya no quiso ir. En ese momento, decidió dejar su servicio en la Iglesia Católica, la única iglesia del pueblo y al cual asistía toda su familia.
A las 9:00 de la mañana, ya estábamos llegando al Llano Grande, una pueblito de dos calles principales, tranquilo y seguro donde se ven en la distancia las montañas. Nos dieron la bienvenida con cariñosos saludos y café con leche, cuajada de queso y tortillas en la casa de la pastora, una joven, nuera del hermano Saturnino. Para las 10 de la mañana, ya estábamos en el culto en un templo que está bajo construcción. ¡Sin ventanas, puertas, altar, piso, electricidad o agua, igual se alaba a Dios! En este pueblo humilde, todos luchan para sobrevivir y la construcción del templo ha sido lento y sacrificado. Sin embargo, desde que iniciaron en un ranchito de techo de teja sin paredes en los años 80 en plena guerra civil, hasta tener la obra gruesa recién terminada, los hermanos han seguido fieles en su propósito.
Me reuní con los 15 niños y niñas de diversas edades. Hablamos del nacimiento de Jesús, ya que ellos también, a pesar de su pobreza, timidez y vergüenza, tenían sus sueños. Uno quería tener una motocicleta para poder trasladarse más fácilmente. Otro quería construir su propia casa para vivir bien y tranquilo. Todos querían algo mejor para su familia. Jesús vino a nacer en un humilde pesebre a pesar de que era el Señor de todo el universo. Les conté que este mismo Jesús les acompañaría a lo largo de sus vidas y al cumplirse sus sueños.
El hijo del hermano Saturino, Luis Felipe Urbina, quedó en la Iglesia Católica como sacristán, reemplazando a su papá, pero a los dos años, también comenzó a dudar. Tenía preguntas que le respondían con libros que no eran la Biblia y él afirmaba que a la Biblia no había que agregarle ni quitarle, y finalmente, también salió de la Iglesia Católica. El hermano Felipe siempre decía que “el día que yo me convierta, la iglesia evangélica ya no se va a reunir en un ranchito o galpón. Yo construiré una iglesia como debe ser.” Y así fue. Cuando llegó a la iglesia, comenzó a trabajar y también a traer al resto de la familia a la iglesia evangélica.
Llevo tres meses en Nicaragua, y poco a poco voy conociendo las historias, luchas y testimonios de las iglesias y sus miembros. Conforme les voy conociendo, el Señor también va edificando mi vida. En esta visita aprendí sobre el amor de la familia Urbina por su iglesia. La iglesia es el centro de sus vidas y quieren dejar allí una hermosa herencia tanto para sus hijos como para su comunidad. Ellos trabajan cada día para hacer realidad el sueño que el Señor ha puesto en sus corazones.
Magyolene Rodríguez sirve con la Convención de Iglesias Misión Cristiana de Nicaragua. Se desempeña en la educación ambiental, la seguridad alimentaria, y la transformación de conflictos.