Octubre 2010 en español
Orugas para la cena
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Gálatas 2:20
En mis días del Cuerpo de Paz, prometí comer cualquier cosa que me ofrecieran como muestra de hospitalidad, esto afirmó Ann Nichols, una voluntaria de las Misiones Globales. Esto parecía ser particularmente importante cuando la invitación venía de una familia de escasos recursos quienes había preparado una comida especialmente para los huéspedes. Había comido cosas interesantes bajo esta regla, pero nunca me había tenido que enfrentar a un plato de orugas horneadas. Pude lograr comerme la mitad de una. Por suerte, solo había colocado dos en mi plato.
Esto sucedió en la casa de Carolineu, una mujer de Zambia de gran corazón quien trae huérfanos a su casa y a quien conocí hace poco. Me preguntó si había visitado alguna casa de Zambia y cuando le dije que aún no, me invitó a su casa. Llegó con un bebé sujetado a su espalda en un cargador de tela muy colorido. Salimos del recinto, calle abajo por un camino de tierra, en medio de un mercado, por más calles de tierra, otro mercado en donde compró unas berenjenas locales, cebollas y orugas. Montañas de orugas. Me sonrió y me preguntó si me gustaban. Le confesé que nunca las había comido pues no era un alimento que en mi país comíamos pero que las probaría. Mientras caminábamos hacia la casa de Caroline pensaba en la confianza—la confianza en Dios y en otros. Sabía que llegaría con bien a la casa de Caroline y que sobreviviría el comer orugas. Pero aprendería mucho más sobre la confianza con Caroline.
Caroline y su esposo tienen 3 hijos propios de 1, 4 y 7 y alimentan, visten, educan y apoyan a 12 huérfanos, ninguno de los cuales está relacionado con su familia, en su casa rentada de dos habitaciones. Los huérfanos van entre las edades de 2 a 16. Conocí un nuevo nivel de confianza por parte de Caroline: que de alguna forma la familia tendría alimento para cada día, que los gastos escolares de cada niño serían pagados y que de alguna manera sobrevivirían. Caroline explica que cuando era pequeña, mucha gente le ayudó y por eso ella sabe que todo está dentro de la voluntad de Dios. Ellos viven por fe y Dios nunca los ha abandonado. Ahora intento practicar esta forma de confianza que Caroline vive día tras día.
Ore para que la fe y la confianza como la de Caroline crezcan y hagan del mundo uno major.
Ann Nichols sirve con voluntaria a largo plazo con la Fundación Ecuménica Mindolo en Kitwe, Zambia enseñando trabajo social y desarrollo del liderazgo.