Peace vs War/ Paz vs Guerra
They will beat their swords and plowshares and their spears into pruning hooks.
Nation will not take up sword against nation, nor will they train for war anymore.
Everyone will sit under their own vine and under their own fig tree, and no one will make them afraid.
(Micah 4:3b-4a)
From 1960-1996, a civil war raged in Guatemala. It was fought between the Guatemalan government and various leftist rebel groups supported chiefly by ethnic Maya indigenous people and Ladino peasants, who together make up the rural poor.*
In June, 2018, the Ecumenical Council of Guatemala, with which I serve in Guatemala, held a public prayer of denunciation of the brutality of the war that included Baptists, Catholics, Episcopalians, Mennonites, Pentecostals and Mayan spirituality.
Magda Hembly De León Godoy, one of the women’s ministry leaders of the Council, said on that occasion, “We feel indignant and sad at the extermination, torture and mass murder of thousands of women, men, girls and boys in the hands of the Guatemalan army and its rulers that left 200,000 dead.”
On that day, I delivered a public condemnation to those who plot death. My words included a poem through which I expressed the voices of the murdered and the call of God to strive for peace, excerpted here:
Power and privilege
are looking for it
but it vanishes,
the sick insist on it,
and bestialize
a human
they force him to the rotten
to the dirty
to the inhuman
bending his spirit
demanding his obedience,
and he,
broken
docile,
serves them
and kills
and massacres.
They say we are undefeated,
but they are miserable bandits
cowardly murderers.
They thought they could exterminate us,
but out of every hundred mutilated,
one hundred thousand rise.
They wanted to silence,
obliviate their names
their stories.
These scream justice
These demand truth
These ask for peace.
These who today get to rest,
They leave us as sentinels.
They vex the beasts anxious for power.
They, and with them,
all the others of that time
and all the others of this time;
cut off,
like You on the cross;
they stir.
When their grief is healed,
these and us,
we will be in peace.
Today, we rise and remain responsible because the people of Guatemala continue going to war and the economy continues to be militarized. We confess to the Christ Prince of Peace, but we justify the demon of war. God condemns the sin that annihilates the brother and the sister and God continues calling us to the active search for peace. He tells us that, until we manage to make the weapons of death become instruments of life, we will live in fear.
The call:
In the spirit of Peace and Justice, please join our efforts to establish a culture of peace that dismantles the culture of war.
- Pray that the truth of the past and what today causes so many deaths will be clarified, and that the salt of life will foul the soil that would be perverted by the law.
Pray for us to rise as salt that heals the world by facing down militarization, sending soldiers and the arms race. - Pray that God, through our actions, will be salt that heals the earth and advances his reign of peace.
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Magda Hembly De León Gotoy, una de las líderes de la pastoral de mujeres del Concejo Ecuménico, dijo en aquella ocasión, “nos sentimos indignadas y tristes frente al exterminio, las torturas y los asesinatos masivos de miles mujeres, hombres, niñas y niños en manos del ejército de Guatemala y de sus gobernantes en 36 bestiales años de guerra 1960-96 que dejaron 200,000 muertos.”
Rosalina Tuyuc, galardonada con el premio Niwano para la Paz 2012 por su empeño en no permitir que se impusiese el silencio, organizó a las viudas de los desaparecidos; y a ellas se alió la Facultad de Antropología Forense de la Universidad Nacional de Guatemala para buscar a los seres amados. De los 50,000 desaparecidos de aquella guerra, encontraron 7,000. ¿Dónde?, en fosas comunes. Encontraron 220 osamentas en lo que fue un destacamento militar en San Juan Comalapa del Departamento de Chimaltenango, de donde Rosalina es originaria. De las 220, sólo 48 fueron identificadas por su ADN. Sus familiares supieron que esos 48 eran a quienes angustiosamente buscaban; tomaron sus restos y dieron digna sepultura.
En ese lugar que fue centro de operaciones de la muerte y ahora es santuario a la memoria, las viudas enterraron las 172 osamentas que no hallaron sus familias, no sin antes tomar muestras del ADN para seguir buscando a sus amados. Siguen las viudas en su porfiada lucha por honrar la memoria de los muertos y condenar el genocidio del estado y ejército oficial que mató el 97% de los caídos en esa guerra.
En la oración de ese día, di una palabra, una condena a los que traman la muerte, que hace oír la voz de los asesinados y el llamado de Dios a empeñarnos en la paz.
Poder y privilegio
buscan, y se esfuma,
enfermos insisten,
y bestializan
a un humano
obligándolo a lo podrido
a lo sucio
a lo inhumano
doblegándole su espíritu
exigiéndole su obediencia,
y éste,
quebrado
dócil,
les sirve
y mata
y masacra.
Se dicen invictos,
y son miserables bandidos
cobardes asesinos.
Creyeron exterminarnos,
y de cada cien mutilados,
cien mil levantados.
A estos quisieron silenciar,
sus nombres
sus historias
apagar.
Estos gritan justicia
exigen verdad
piden paz.
Estos que van hoy al descanso,
nos dejan vigilantes.
Estos turban a las bestias ansiosas de poder.
Estos, y con ellos,
todos los otros de aquel tiempo
y todos los otros de este tiempo;
destazados,
como Tú en la cruz;
sacuden.
Cuando su quebranto sea curado,
estos
y nosotros
tendremos paz.
La paz no llega, la guerra no acaba
Ayer, fuimos cómplices, porque desde Estados Unidos se impulsaba la inteligencia militar, el entrenamiento que bestializaba al humano, el comercio de armas, y se nos enseñaba que el bueno tenía que acabar con el malo. Hoy, seguimos responsables, porque sigue gente nuestra yendo a la guerra, y sigue militarizada nuestra economía, porque confesamos al Cristo Príncipe de la Paz, pero justificamos el demonio de la guerra. Y sigue Dios condenando el pecado que aniquila al hermano, y sigue Dios llamándonos a la búsqueda activa de la paz; diciéndonos que hasta que no forjemos las armas de la muerte en instrumentos de vida viviremos amedrentados.
…y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente… Miqueas 4:3b-4ª
Únete a nuestro empeño de establecer una cultura de paz que desmantele la cultura de guerra.
- Ora para que se esclarezca la verdad del pasado y lo que hoy origina tantas muertes.
- Ora para que nos levantemos como sal que cura el mundo y enfrenta la militarización, el envío de soldados y al armamentismo.
Ricardo Mayol serves with the Ecumenical Christian Council of Guatemala (CECG). His appointment is made possible by your gifts to Disciples Mission Fund, Our Church’s Wider Mission, and your special gifts.